He bajado al arroyo
buscando en el agua
aquella mirada que me hirió
cuando se engarzó a la tuya
y flotaron en la ondas.
No está en el remanso de los días,
tampoco atrincherada
en un recodo
o entre los juncos de la ribera.
Nuestras huellas se han volatizado
o son irreconocibles,
pero vuelvo a soñar cada día
en la prisión de tus ojos
y en la celosía de tus pestañas,
de aquella instantánea
que sobrenadaba en la corriente
y me apresó,
acabando por convertirse en rutina
de mis momentos opacos.
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