Se resiste. Suenan los goznes,
pero el otoño se demora,
tal vez prendado o prendido del color
del naranjo que ya amarillea.
Los vientos han perdido la mesura
y, en consecuencia, la lluvia
es un disparate atronando con terquedad
por cauces, veredas, caminos y cañadas.
Una desmesura que se desborda
y cae en tromba por el abismo
de calles, avenidas y plazas,
mientras, a escasa distancia,
persiste la pertinaz sequía.
Para algunos nada ha cambiado,
mientras otros lo han perdido todo;
entre el todo y la nada:
un ensayo desbordado por las calles,
un maremoto que todo lo arrasa.
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