En los primeros bostezos del alba
despierta desperezándose la vida
y su luz se hace centelleante
en las copas de los árboles
y también en las cumbres y riscos.
Galopa la luz de colina en colina
y el valle y los prados se van inundando
de radiante claror y vivos destellos.
Ahora el sol es lámpara encendida
que bulle por la aurora naciente
y se adivina que recorrerá la misma órbita,
aunque con muy leves modificaciones:
un ejercicio repetitivo de luz
que ha aprendido a rodear los obstáculos
y a proyectar sus sombras hasta asolarlas.
En la placidez de estos instantes,
el pulso agitado en mi cuerpo
inundando las venas de oxígeno y vida,
un instante ideal para dar gracias
y admirar el milagro del nuevo amanecer.
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