05 marzo 2025

ADOQUINES

 




A fin de cuentas, piedras,

piedras de pisar y tropezar,

de endurecer las calles,

de mantener el firme y formación

-cuasi militar-

tras el entalle y la cuadratura

a la que la han sometido los golpes

en sus tres dimensiones.

De día seguridad y firmeza,

de noche también, más sonoridad vigilante

que anuncia las visitas que se acercan.

En la misma tonalidad, cada uno de ellos,

con sus singularidades,

dentro de esa única gama que les uniforma.

Soportan la luz y también la oscuridad,

no se mutan con el aire ni con la lluvia;

no empapan, tampoco repelen,

simplemente no sintetizan y dejan correr.

Amorfos en la cantera

y en el solado uniformidad sin precisión milimétrica,

un casi tal cual

que les permite ser genuinos

dentro de la dispersión.

En las humildes calles de la ciudad,

restos de otros tiempos con referencia al pasado

que no nos dejan de piedra,

cuando los comparamos

con otras piedras con adjetivos y colores

que les hacen objetos de deseo.

La ambición del presente va por las tierras raras;

como siempre, las personas,

dispersas por lo exclusivo en lugar de lo útil.


6 comentarios:

  1. Sigo tan inocente que sigo pensando como en los 60 que "debajo de los adoquines está la playa"
    Saludos

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    1. En el caso de Sevilla, debajo de los adoquines está próximo el nivel freático, pero eso es porque así es nuestra geografía. Sigue pensando noblemente, como un chaval.
      Un abrazo.

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  2. Y así se hace hablar a las piedras.

    Un abrazo

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    1. Esa ha sido la intención, Merche, darle voz a las piedras.
      Un abrazo.

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  3. Que gran verdad lleva este poema sobre la preferencia por lo exclusivo en vez de lo útil...yo me quedo con los adoquines que son piedras útiles. Saludos

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    1. No te falta razón, Charo. Muchas gracias por leer lo que escribo.
      Un abrazo.

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