Tú y yo, cuerpo a cuerpo,
dos entes, dos almas confrontadas,
el uno y el otro;
dos pareceres en uno,
con sus aceptaciones y sus silencios,
sus primacías y sus renuncias;
en la misma dirección,
aunque con vientos no plenamente coincidentes:
la suma de tu carácter y el mío.
La unificación de dos voluntades
como dos olas que se miran
la una a la otra
sin entrechocarse;
dos miradas que divergen y acuerdan,
que apuestan por el norte de la brújula:
dos cuerpos, dos bocas sedientas,
dos pares de manos que se buscan
acariciando al otro,
rastreando la satisfacción ajena,
un compromiso que nació en la juventud
y que se prolonga en la ancianidad,
sin fecha de caducidad prevista,
según el consenso concertado.
Ambos: la unidad de todo peso
y la uniformidad de toda medida.
Buena perspectiva y buena síntesis de ambos dos, Francisco...Una vida en común con alegrías, tristezas y mucho amor...que es fundamental.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y feliz domingo, amigo poeta.
Muchas gracias, María Jesús, por esa mirada tuya tan comprensiva.
EliminarUn abrazo.