Se tomó su tiempo
y cristalizó en aristas que le delimitan,
le dan esbeltez y carácter singular.
Piedra, roca amarilla,
como el color de una ofrenda de cera
que se enciende para venerar
ese más allá desconocido y desvelado
que nos acuna el ánima.
Magma de las entrañas de la tierra
que sedimentaron los días
y segregaron los años;
miel sólida,
insípida y desabrida,
cuya luz nace de su interior
cuando se deja atravesar por la mirada,
o cuando un rayo de sol trata de herirla
sin lograr nunca el propósito.
Materia virginal en manos de un orfebre
a cuya belleza no tiene nada que añadir,
tan solo contemplar,
adecuar al tamaño del diseño,
como sol enjoyado que se ofrece
y en ningún caso decepciona.
🌹
ResponderEliminarMil gracias, Merche.
EliminarUn beso y una flor...