Los días de febrero son cambiante
y apresurados,
un tanto menos remolones
que fueron los de diciembre
en el bullicio de las fiestas,
pero también fugaces y oscuros:
todo un ballet de nubes grises
haciendo coreografías evolutivas,
como un grato declive
que corre con urgencia los visillos de la noche.
La Candelaria, la Virgen de Lourdes,
los enamorados cubriendo los días y las noches,
una algarabía de corazones de oro y plata
con la que festejar que la luz
prolonga sus rayos y enseñan el camino
a los días venideros hacia el vértice lumínico.
Se adivina. Aún falta un buen trecho,
pero se intuye que no ha de tardar
la fragante y virginal y visual primavera.
Un mes bastante frío y lluvioso, de momento, por mi tierra. Pues si que tengo ganas de que llegue la florida primavera.Saludos
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