12 noviembre 2018

LA VIEJA ACEÑA




En el recodo del río,
─al pie de la chopera─
nace la acequia que va a dar al molino
y que se hace acompañar
por un cuerpo de lanceros dóciles,
verdes y flexibles,
que le rinden honores.

Río abajo, el desnivel se hace notorio
y el agua sobre las aspas
salta con el mismo vigor inusitado
con el que hace girar a la muela.

Por la canaleta de madera,
─toscamente trabajada─
se va dosificando el grano que cae de la tolva
y la aceña se agita toda ella
convirtiendo el grano en harina.

Aguas abajo,
el caudal que cayó desde la acequia
se incorpora de nuevo al río
y este sigue su curso,
buscando mansamente el encuentro
salado en el que desaparecer.

6 comentarios:

  1. Una estampa de otro tiempo, seguramente el de la infancia. La aceña, la acequia, el agua... todo tiene un tono machadiano de reflexión del tiempo que pasa, lento y tranquilo, mientras el discurrir del agua hace de clepsidra que marca el latir de nuestra existencia.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Lo has dicho mejor que yo, Cayetano. Efectivamente ahí está la infancia, el paso del tiempo, la compañía de mi padre llevando el grano al molino...

      Un abrazo.

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    2. Tú me inspiras y sacas esa vena poética que anda escondida en mi interior. Por cierto, me encanta la imagen que has elegido. Un acierto.

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    3. Muchas gracias, Cayetano.

      Otro abrazo.

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  2. La modernidad ha dicho que esas aceñas tenían que desaparecer, ahora son movidas por algo que ensucia y contamina, es la modernidad.

    Un abrazo.

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    1. Y el producto final, que no sé de donde diablos traen esa harina, es un pan incomestible, con tanta modernidad.

      Un abrazo, Emilio.

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