Primero fueron las nubes
las que corrieron un visillo sobre el arcoíris,
más tarde comenzó a llover
sin intensidad, pero con mucho tesón,
con la misma monotonía
que esta situación apática que me domina.
Agua menuda, constante, cadenciosa,
porfiada, perezosa, pesada y pertinaz:
un día inhóspito que recluye,
que aísla en el desequilibrio interior.
Las sales de júbilo
con las que me hice a la calle,
acabaron diluidas hombreras abajo
y se fueron escabullendo por los sumideros
en un silencio cómplice y agónico.
La tarde ha suscrito idéntico compromiso.
Y yo maniatado a este encierro,
con la contrariedad de un arresto domiciliario.
Por aquí llevamos ya varios días que llueve y no tiene trazas de parar pero con paraguas esa lluvia ya no moja. Saludos
ResponderEliminarAquí sucede lo mismo. Es un chispear no intenso que para y arranca cada vez que le parece, pero hay que salir pertrechado.
EliminarUn abrazo.
Aún quedan varios días de lluvia. Anímate.
ResponderEliminarMuchas gracias, Tracy. En verdad me afectan bastante los cambios climáticos y esta humedad persistente. Muchas gracias por tus estímulos.
EliminarUn abrazo.
Gran expresividad de ese descontento y arresto domiciliario, Francisco...La lluvia no siempre es bienvenida, pero si necesaria...
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo.
No se trata de una protesta mía contra la naturaleza, más bien el ejercicio diario de escribir de cualquier tema. Muchísimas gracias.
EliminarUn abrazo.