Pasa el tiempo travistiéndose:
amanece, sestea, anochece,
pero nunca pasa nada.
Un día sucede a otro día
como la luna mengua
después de haberse colmado.
Una cima, otra sima;
una subida, una bajada
y todo vuelve al punto de partida.
El bebé es un ser indefenso,
el adulto trata de ser un aguerrido,
el anciano tiempo colmatado
que se debilita tratando de volver
a los orígenes sin lograrlo:
un tránsito hacia lo eterno
del que nadie escapa victorioso.
Aquí no pasa nada, tan solo el tiempo.