22 marzo 2011

TOLEDO

Corría el año 1965, tal vez noviembre; por supuesto antes de la Navidad. Era mi primer viaje por encima de Despeñaperros. En esa ocasión no sólo conocí Toledo, sino Madrid, donde fui invitado por mi amigo José a pasar unos días extraordinarios en casa de sus padres. Se abrieron ante mi otros mundos más anchos que aquellos de mi Ojén natal y mi Marbella de adopción, estudios y trabajo. Fuimos en el metro hasta Atocha y, cerca de allí, en una plaza rectangular y pueblerina, llena de bares humeantes, tomamos un autobús que nos llevó a la vecina ciudad de Toledo.


Desde que entramos por la Puerta de la Bisagra supe que pisaba historia ancestral y viva. Sus calles empedradas me acercaban mucho al pueblo, no así su monumentalidad y cosmopolitismo. No era temporada alta, pero los turistas eran ríos humanos de un lugar a otro. En Zocodover el bullicio era multitud alrededor de los puestos de mazapán que anunciaban el alumbramiento divino. He vuelto muchas veces a Toledo, pero fue esta la que me enamoró, a pesar de no tener plena conciencia de lo que veía. Posiblemente no conociera en aquella ocasión la Casa del Greco o la Sinagoga del Tránsito; no lo recuerdo, sólo que anduvimos de un lugar a otro todo el día sin parar y que tomamos un menú turístico, lo que podíamos permitirnos, y seguimos viendo monumentos hasta minutos antes de regresar a la estación de  autobuses.

A la salida de la catedral o tal vez de Santo Tomé, después de escuchar atentamente las explicaciones de esos dos mundo superpuestos en el Entierro del Conde de Orgaz, nos topamos con un taller de artesanos del acero donde las espadas eran más numerosas que en uno de mis  encuentros familiares. Me hubiera gustado cargar con el apellido, pero aquellas espadas estaban muy por encima de mis posibilidades. Luego las veía por doquier, con dibujos fantásticos, con filigranas que elaboraban a la vista del público como reclamo. Tuve que resignarme.

Curiosamente, lo que más me marcó de aquella primera visita a Toledo fue conocer el Alcázar. Aún estaba marcado por lo que había aprendido en la Enciclopedia Álvarez o en aquellos otros libros de la Editorial Doncel sobre formación del espíritu nacional. El relato heroico de la defensa del Alcázar, del despacho del general Moscardó, su mesa, el teléfono desde el que no se dejó reblandecer ante la amenaza de la vida de su hijo, me soflamó el corazón juvenil de espíritu patrio como en la presencia imposible del mismísimo Guzmán el Bueno. Pero algo no recordado quedó a fuego gravado en mi subconsciente que me ha hecho volver una y otra vez a esa ciudad abrazada por el río Tajo que tanto valor histórico, artístico y monumental atesora. En las siguientes visitas no volví jamás por el Alcázar, pero siempre siempre por la Casa del Greco, la Catedral, la Sinagoga del Tránsito, la iglesia de Santo Tomé…

14 comentarios:

  1. Un Toledo donde siempre se encuentra algo nuevo que dejaste de ver en la última visita.
    Ante la magnitud de la Catedral se queda uno anonadado. Ahora con el traslado del museo del aire al Alcázar se han ampliado los horarios y se pueden ver más cosas en un solo día.
    Preciosa visita.
    Besos

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  2. Se me quedó grabado en la memoria la Custodia y las pinturas del Greco. Han pasado 37 años, demasiados.

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  3. La realidad supera las lecturas. Tu primera visión de Toledo te dejó marcado.Algo que sin duda, no fue turismo. Beso

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  4. Ese mismo viaje -Madrid/Toledo- hice yo de viaje de fin de curso al acabar octavo de EGB por el año 1977, nunca no olvidaré. Tenía 14 años y lo recuerdo como si fuera ayer.
    Un abrazo.

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  5. Tres veces he estado en Toledo y las tres he visto una ciudad distinta que complementaba los recuerdos y sensaciones de la visita anterior. A pesar de que la primera apenas pude ver las puertas ya que la mayoría se encontraban en restauración cubiertas de unas mallas verdes.
    Toledo deja un poso imborrable. Un abrazo

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  6. Te comprendo. Toledo es una gran ciudad, con mucha historia, pero tanto Alcázar y tanto patriotismo ya empalaga. Yo también me quedaría con el Greco y con la Catedral.
    Un saludo.

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  7. Leyendo tu relato me doy cuenta que hace mucho que no voy pasearme por sus calles. Tendremos que aprovechar ahora que viene el buen tiempo. Un abrazo

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  8. Hola Francisco leyendo tu relato me acerqué de nuevo a Toledo, visitado hace más de una docena de años, gracias por acercarme de nuevo en este lugar mágico lleno de historia, abrazos Josep

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  9. Este es uno de mis feudos más queridos. Fue mi primer viaje fuera de Madrid y despues como guía. Vamos a menudo. Me encanta como lo has enfocado tan vivencialmente "Toledo abrazada por el rio Tajo" precioso.
    Un beso

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  10. No he ido nunca :( y mira que tengo ganas eh? pero nada, siempre se tuerce a última hora. A ver si tengo más suerte la próxima vez. uN BESO

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  11. Toledo es una joya todo él.
    Saludos

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  12. He ido varias veces a Toledo pero no deja de embrujarme su espíritu, ese alma que pulula por sus calles estrechas y sinuaosas, pobladas por fantasmas del pasado que parecen susurrarnos viejos cuentos de judíos, musulmanes y cristianos. ¿No te ha dado a ti la misma impresión?

    Saludos

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  13. Toledo me encanta, siempre que puedo, me acerco.
    Es que está impregnado de mucha historia, y eso... a mí, me pone! Jejejeje!

    Besos!
    ;)

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  14. Es una ciudad maravillosa, las primeras veces siempre son las mejores...
    Escribe usted caballero como un verdadero ángel.
    El Alcázar (también me sobrecogió esa grabacion), no me gustó, la guerra siempre es mejor olvidarla, para vencidos y para vencedores.
    Un abrazo.

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