Juventud, esa lozanía insultante,
el brillo cegador
de una hoguera que crece vorazmente
y en lugar de consumirse
se dilata hasta lo imponderable
y se desborda como río de aguas bravas,
con tanta porfía como inconsciencia.
A nada pone límites,
pero su acotación periférica
se asoma por el vallado de la pubertad
y se contrae,
la timidez juega su baza
y comienzan las dudas.
Ya no es posible reiniciar la prueba,
no se permiten los ensayos:
la frondosidad ha alcanzado su esplendor
y no hay vuelta atrás,
ahora toca cargar con la responsabilidad
por los días de la vida,
en adelante se asomará la añoranza
por el retrovisor de lo vivido
y esa primera etapa será el referente
para abordar las exigencias,
con la superación de sí mismo.
La juventud es una etapa que puede ser muy dolorosa. Todo parece abierto, pero dicha apertura puede ser fuente de ansiedad y de angustia. Yo así lo recuerdo en mi caso. Más ahora en que la juventud crece hiperprotegida y necesita con frecuencia de psicólogos para sostenerse ante los desaires de la vida, cuando las cartas vienen mal dadas.
ResponderEliminarSaludos.
Francisco, impresionantes esa metáforas: hoguera y río de aguas bravas...Y así es, la juventud, primavera desbordante, que se extiende hasta que llegan las responsabilidades y hay que tomarse la vida en serio, porque la vida no perdona y las etapas se van cumplienddo...Después viene el recuerdo nostálgico de lo vivido...
ResponderEliminarMi felicitación por tu estupenda reflexión. Me alegro leerte de nuevo y comprobar que siguen tan lúcido e inspirado como siempre,amigo poeta.
Mi abrazo entrañable y mi ánimo.