Nada tan natural y bello
como este panorama,
y esta luz que asciende para declinar
y ser atragantada por la noche,
ninguna luz como esta escalada hasta el orto
para eclipsarse ascendiendo por el Pechillo.
Ningún paseo es comparable
como aquel desdibujado en los recuerdos
desde el Puente hasta la Lomilla la Jaula,
ni agua más apetitosa que la del Chorrillo.
Ninguna perspectiva del pueblo
como bajo la sombra del Chaparrillo
o desde los bancos del Caserón Barrena,
y la edad enseñoreándose juguetona
a lomos de la rabiosa pubertad.
Ninguna edad como aquella,
mecida en el dorso de la intrépida juventud,
el despertar a la vida y al amor
e inaugurando cada atardecer.
En la mirada, la evocación al pasado;
en la memoria, el deterioro del pretérito;
en el presente, la evocación asimétrica
de estos viejos y selectos recuerdos:
intencionadamente, memoria selectiva.
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