16 agosto 2025

HABLO DE LA INFANCIA

 




En casa no había reloj,

pero el de la Iglesia sonaba

-con repeticiones-

como si viviéramos en el atrio.

Un hogar intimista con chimenea y leña,

con la puerta abierta

y sin otro tesoro que guardar

que dejarse custodiar por los desvelos.

No había sótano,

tampoco buhardilla,

pero sí una primera planta

donde el suelo de tablas

permitía caminar descalzos

con música de cine y soñar.

Las paredes de cal de un blanco impoluto,

la fantasía la aportaba la abuela

y el rigor y desvelos mi madre.

Mi padre, como hortelano,

me enseñaba los misterios de la vida

y proyectaba en mí el germinar,

el desarrollo y los frutos

de aspirar a hombre de bien,

a ser feliz y a mostrar la sonrisa.

Hablo de la infancia,

días tan lejanos como inolvidables.

2 comentarios:

  1. Una infancia inolvidable llena de gratos recuerdos. Saludos

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  2. Tan inolvidables años que por esa condición siempre quedan cercanos, en vez de lejanos. El tiempo se acorta por el cariño hacia esos recuerdos.
    Un fuerte abrazo.

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