Llegué por el fulgor a mi esencia plena,
a desenterrar la antorcha que en mí ardía,
que dificultaba mi vivir, noche y día
y vaciaba mi futuro colmatado de pena;
llegué sí, con ciertas dudas, al saber pleno
del volcán que en mi interior bullía,
que laceraba mi cuerpo y lo hería
dejándome de heridas y cardenales lleno;
llegue, luché, y fui humillado y vencido
por enemigo que no me había buscado,
que desde tiempo atrás me había acosado,
dando al traste con mi ser sangrante y abatido.
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