28 julio 2018

ERA LA EDAD





Era la edad donde el enamoramiento
se hace fiebre repentina,
con sus arreboles de timidez
en ambas mejillas.

Desde los primero pasos de acercamiento
la receptividad era pancarta
no enarbolada ni rotulada,
que acababa en el conocimiento
de todo el vecindario.

Así era el paseo en mi lejana juventud,
el mismo camino eterno
y unos prolegómenos marcados,
hechos rito por una sociedad
donde las formas eran parte
del proceder de las personas:
“fulanito y menganita se gustan”

Ella era una flor recién abierta,
cuyo aroma subía como torrente
hasta inundar mi contenido deseo;
su rostro, un óvalo perfecto;
la melena, recogida en una trenza,
oscilaba a capricho de un lado al otro
como péndulo para mi contemplación;
en sus ojos, la trasparente inocencia
y en sus labios el candor
de una fresa entreabierta y en sazón.

A la hora de la despedida,
apenas un roce fortuito
y en su rostro la lividez
de una serpentina descolorida
que se desplomaba de melancolía.

6 comentarios:

  1. ¡Ah, esos primeros amores de la pubertad!
    Un abrazo, Paco.

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    1. Esos que te levantan el estómago y que la gente describe como mariposas en el tubo digestivo. Así es, Cayetano.

      Un abrazo.

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  2. Los primeros amores jamás se olvidan.Bonito poema.Saludos

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    1. Muchas gracias, Charo. En mi caso fue primero y único.

      Un abrazo.

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  3. Cuánta dulzura en esos amores tempranos. Más aún en nuestra época. bello homenaje a esos años idos. Saludos.

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    1. Veo que has captado que no se trata de algo exclusivo, sino del tono general de nuestra época. Hoy creo que tuvimos más suerte que vivir la voluntad absoluta. Muchas gracias, Rosa María.

      Un abrazo.

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