30 marzo 2011

LA CASCADA

Atraído por los paseos por el monte que describe mi amigo Felipe y que tan bien ilustra con impecables fotografías, como testimonio de los pasos dados, me aventuré por un terreno desconocido como atraído por una fuerza ignota que me llamaba hacia las cumbres. Eran los primeros rayos del día, esa hora en la que uno no sabe decidir si saludar con los buenos días o aún con las buenas noches. Pronto me había alejado lo suficiente como para no encontrarme con nadie a quien saludar; el sol lo inundaba ya todo y la hierba se desperezaba del rocío con el tibio sol de la mañana. No me estaba resultando difícil, pues me dejé llevar por la vereda que serpenteaba, siempre ascendiente, hacia la cumbre. A lo lejos, un rebaño de ovejas conducida por un perro bajo la atenta mirada del pastor buscado lo profundo del valle y el camino seguía escarpándose cada vez más, ahora con algunos trancos considerables.

De pronto un rumor desconocido me apartó del camino con la curiosidad de querer descubrir. Según me acercaba se hacía más y más intenso, hasta que la picadura de una abeja me aconsejó alejarme de allí cuanto antes. Era como una veintena de colmenas en una calva de la espesura, como dispuestas a modo de columnata del frontispicio de un templo ateniense. Eché mano a los prismáticos y observé tal vez millones de aquellos laboriosos insectos. Ahora era más agudo el dolor de la picadura y pensé si no le habría ocurrido algo similar a mi amiga Ema cuando tanto se aproxima a flores y fauna para conseguir sus conocidos primerísimos planos. Tomé un poco de tierra en la palma de la mano, le puse un poco de saliva y me unté la picadura con barro.

No llevaba cámara, tampoco cantimplora y de ambos olvidos terminaría arrepintiéndome. Me sentía más cerca de la cima que del valle y una fuerza extraña me empujaba a seguir adelante, como si coronar la cúspide representara para mí alcanzar un imposible. A cada paso el camino era más y más dificultoso y temí caer extenuado sin lograrlo. Tomé unas bayas con las que refrescar la sequedad de mi garganta; eran un tanto amargas, pero vinieron a amortiguar lo que se me antojaba principio de deshidratación. El sudor era profuso por el esfuerzo, a pesar de la bajada de la temperatura, entonces, sin soltar el bastón de la mano derecha, agarré con fuerzas la pequeña cruz de madera que llevo al cuello, la apreté y elevé los ojos a lo alto como buscando el impulso que tanto necesitaba y sin dudas estaba fuera de mí. La cima estaba aún lejos, muy lejos, y decidí descansar un poco del ímprobo esfuerzo. Extenuado, es posible que hasta diera una cabezada. O estuve dormido o catatónico, no sabría decir; pero había visto en el duermevela cómo recuperaba fuerzas y la intuición de desviarme hacia la cara oeste en busca de un acceso menos dificultoso; tenía la boca pastosa y resolví ponerme en ella unas briznas de hierba con la que aliviarme. Fue entonces cuando, como guiado por la mano angelical de un ser invisible, tal vez un hada, me acercaba más y más a un rumor de agua que pudiera ser un espejismo. Pero no. Allí estaba mi samaritana en toda su lozanía, poniendo a mi alcance, tras unos acantilados de pizarra, el rumor cantarín de una cascada de agua que ella había perpetuado para mí.


Mi amiga virtual Ema ha sido tan gentil que me ha dedicado esta fotografía tomada en una de sus escapadas a la naturaleza; en contrapartida, le dedico estas torpes letras como recompensa a su esfuerzo, con todo mi agradecimiento y cariño.

11 comentarios:

  1. Y qué rica está el agua cuando uno se muere de sed. No hay otra bebida mejor en el mundo. Bueno, una cruzcampo fresquita, bien tirada, tampoco estaría mal. Jejeje.
    Me ha dado sed tu relato. Creo que bajo a beber agua ahora mismo.
    Un saludo.

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  2. Cuidado con las abejas que juegan malas pasadas.Te he acompañado en el recorrido, pero yo tampoco llevaba cantimplora. Un abrazo

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  3. Esos paseos reales o imaginarios son toda una alegría para el alma, y si van acompañados de esa agua fresca mucho mejor.
    Un saludo.

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  4. Es un gran error, Francisco, salir a hacer senderismo sin cantimplora. Pero el relato, real o imaginario, ha quedado muy bien. Siempre sacamos fuerza de donde parece que no hay, y eso es lo mejor que tiene el ser humano, el espíritu de superación. Al final, siempre aparece la cascada. Saludos cordiales.

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  5. Ay el agua, origen de la vida.
    La fotografía invita a darse un chapuzón.
    Un abrazo.

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  6. Hola Francisco. Cuando era yo un poco más joven que ahora, o sea cuando no había cumplido aún los veinte, me dedicaba a caminar por el campo con un grupo de amigos. Para matar la sed acostumbrábamos a ponernos una piedrecilla en la boca lo que nos producía ciertamente saliva. Faltó en tu relato, tan real, este detalle, pero así y todo me vi caminando contigo.
    Desde Gran Canaria, un saludo a todos. Ángel

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  7. Cada vez que te leo me sacas de Madrid, de verdad.

    Un abrazo!

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  8. ¡Hombre, Francisco, ya era hora! No sé si el paseo es real o virtual porque, si no es real, has sabido plasmar perfectamente el estado de ánimo al caminar subiendo unas pendientes, ese querer seguir continuo. Imprescindible: agua, algún alimento energético, gorra para el sol, buen calzado y tranquilidad, no hay que demostrar nada a nadie. Si incluyes la cámara de fotos, mejor. ¡A ver si no se te olvida la próxima vez! Saludos, compañero de fatigas.

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  9. Cuando algunos se plantean si será real o virtual la caminata, creo entender que no fui muy explícito. Mi subida al monte es ficticia, pura imaginación. Ema me envió la foto de la cascada dedicada a mi correo y en justa correspondencia he escrito un pequeño relato donde imaginariamente acabé en "la cascada de agua que ella había perpetuado para mi".

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  10. Preciosa cascada y de torpes letras nada. escribes maravillosamente bien.
    Un beso

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  11. Me encanta como plasmas tu imaginación y mas aun que nos llevas a tus lectores contigo, la próxima vez hay que llevar cantimplora, yo aprendí eso y también aprendí que debo cubrirme bien sobre todos los brazos, por dos veces subí sin hacerlo y ni te cuento cuando baje jajajaja, gracias Francisco por ser tan Especial, un abrazo cálido.

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