Todo el atardecer en una mirada
que se prolonga y eterniza,
y tras un leve pestañeo confirma.
Una morada que se proyecta
por donde acaba el día,
que es sosiego, que es paz,
que es nostalgia y es despedida.
El aire se enciende de sonrojo
que se proyecta sobre el azul
y sobre la bóveda celeste,
un maridaje de todo en uno
que tinta los bostezos de la luna
y presagia el devenir
del muevo alumbramiento.
Preso en este instante,
sin conciencia del curso de las horas,
con la humedad sellando en la piel
el crepúsculo como tatuaje,
permanecerá por siempre indeleble
y se dilata y deforma la perspectiva.
Todo. Todo el atardecer
en una mirada que se congela.
Un instante mágico para la contemplación y el recuerdo.
ResponderEliminarSaludos.