Y en el rotundo silencio,
como alud inesperado y sorprendente,
llega la palabra y se abre paso
con la brillantez y transparencia
del mayestático alabastro:
lúcido, brillante, de aristas dulces
y con la trascendencia
de inaugurar el futuro adelantándolo.
Transito la noche a lomos de la palabra,
con sus sonidos vocálicos
y con la consonancia de una estructura firme
en la que me sustento.
Como ensoñación idealizada,
me traslado por los ámbitos temporales
con la tutela del capricho
y evoluciones del hoy al ayer
o al futuro inalcanzable
desde la vida.
Soñar es una aventura de pies livianos,
y en el duermevela,
esa peripecia se potencia
y alcanza cotas inimaginables.
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