A veces la calle
es un murmullo que no calla,
que enronquece y silencia a los decibelios
y hasta se aprecia cómo galopa la noche
a lomos del insomnio.
Otras solo son perceptibles
los mimosos tintineos de la brisa
al otro lado de los cristales.
Esta primavera, en sus oscilaciones,
también viaja de cero al infinito
con la naturalidad de quien obedece
al instinto que se le ha concedido:
a días soleados le sucede la lluvia
con la firmeza y la prodigalidad
con la que se corre un visillo
y el ocaso se acelera sumiso al instante.
En el indeciso titubeo: ahora si, ahora no,
los escalofríos y los sudores,
los estornudos y las afonías,
las décimas y el estruendo de las toses
con su armonía dislocada e impúdica.
el silencio, es el ruido más molesto que recuerdo de la pandemia, y eso me evoco tu poema
ResponderEliminarabrazo.
Ciertamente fue una situación bien compleja y novedosa. Ojalá no vuelva, Carlos.
EliminarUn abrazo.
La alocada primavera nos prueba a todos, Francisco...Soles y lluvias nos prueban cuerpo y alma y hay que seguir adelante con fortaleza, como hace la naturaleza abriendo tallos y flores, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.
Efectivamente, ella nos da ejemplo de evolución y adaptación a los cambios.
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