03 junio 2011

SALA PAVILLÓN

En los años 60 contaba Madrid con dos magníficas salas de fiesta dentro del Parque del Retiro. Todavía era un Madrid muy chispero, pero a la par ofrecía un cosmopolitismo extraordinario. Me refiero a Florida Park y a la desaparecida Pavillón, ahora sala de exposiciones Casa de Vacas. Ella trabajaba como camarera de pisos en un hotel de la calle de Alcalá y su novio era taxista; entre ambos pagaban las letras de un modesto pisito que se habían comprado en Moratalaz: entrada, veinticuatro mensualidades, veinticinco mil a la entrega de llaves…  Un sueño que se iba haciendo realidad mes a mes cuando la Caja Postal podía detraer de su cuenta lo convenido.

Aquella semana tenía turno de tarde y trabajaba hasta las 12 de la noche. Por lo común un trabajo menos exigente, salvo que se topase con algún impertinente que los hay, limitándose a hacer las coberturas y atender las demandas. Se había encendido el piloto de la 408, precisamente cuando ella, en el office, trataba de dar cuenta de su cena. “Lo siento, señora, ya está cerrada la lencería”. “¡Qué me cuentas, chica, actúo dentro de tres horas en la sala Pavillón y necesito que me planchen estos vestidos sin demora!”. Carmen sabía muy bien cuándo los clientes no admiten negativas y se ofreció hacer lo mejor que podía ella misma. Era una señora corpulenta, brava, y sin dudas acostumbrada a viajar; había adivinado en ella el dulzor de voz caribeño, aunque de momento sólo manifestaba exigencias. Cuando hora y media después le entregó el fruto de su esfuerzo, se adelantó el manager con una buena propina y una invitación para dos, para asistir al espectáculo que ofrecía en la Sala Pavillón durante unos días. Ahora con muestras de agradecimiento y en tono conciliador le dijo: “Hoy es el estreno y  son muchos los invitados de la prensa; espero verte mañana en el espectáculo”.


La invitación no incluía cena, sino sólo espectáculo y una copa. Manolo, su novio, la esperaba a la puerta del hotel dentro del taxi. “Creo que se trata de Olga Guillot, según he oído en la radio, una cantante de boleros cubana”. “No sé, Manolo, porque según nuestro listado la habitación no figura a su nombre; ya sabes, para eludir a los moscones”. Les habían situado en una mesita junto a la barra, un tanto alejados del escenario, pero en cuanto la estrella salió a escena, detrás de los acordes musicales de Sabor a mí, ella la reconoció enfundada en el vestido de gasa que ella misma le había planchado y él la identificó con la voz difundida durante toda la mañana por Radio Madrid y entrevistada por José Luis Pécker. “¡Anda, a esta señora la llevé ayer desde Barajas al hotel!”

Manolo y Carmen, tras descubrir de la sorpresa, se animaron a salir a la pista de baile y pasaron una noche inolvidable entre boleros que hablaran de amores y desamores, de infidelidades y arrebatos. “Todo empezó con muy mal pie, Manolo, pero tuvimos suerte y la señora Guillot pasó del enfado inicial a la invitación de recompensa. Gracias a ello, estamos disfrutando de un lujo que está fuera de nuestro alcance”.


14 comentarios:

  1. Hola, me he conectado un ratito y voy saludando a los amigos y mira lo que me encuentro. Esta sala ya no existe, tan solo los recuerdos.... Florida Park sigue funcionando. Lo dicho un abrazo y hasta mi vuelta.

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  2. Bonito relato, quién iba a decirles a Manolo y a Carmen que conocerían a la cantante y que ésta los invitaría a su espectáculo.
    Ya dice el refrán "hoy por ti mañana por mí".

    Un abrazo.

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  3. Estoy viviendo los últimos días de un breve periodo de descanso, siendo muy grato compartir contigo los sentimientos que afloran en el jardín del alma...

    A mistad
    S ueños
    T ernura
    U nión
    R imas
    I lusión
    A legría
    S onrisas

    Para desearte un esplendido fin de semana con sincero aprecio.

    María del Carmen

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  4. Como decía Shakespeare, monsieur, bien está lo que bien acaba. Nunca se sabe cómo puede terminar el día, por mal que comience, así que vale la pena vivirlo.

    Feliz tarde

    Bisous

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  5. Me acuerdo de la sala Pavillón, más por el nombre, de oídas, muy repetido en aquellos años que por conocerlo personalmente. Tenía mucha fama, renombre. Creo que se la pusieron por lo célebre de otra sala del mismo nombre en París.
    También recuerdo a José Luis Pécker, el presentador de "Un millón para el mejor". Yo era un chaval.¡Qué tiempos!
    Un saludo.

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  6. desconozco los pormenores de esa sala, obviamente, pero muy buen relato.
    Te dejo beso grande

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  7. Me vas perdonar, hoy ni siquiera he leido tu post, vengo por aquí buscando un cobijo cálido, ese que siempre siento en tus palabras.

    Me quedo un rato.

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  8. Yo la conozco como Casa de Vacas, claro... el nombre que tenía antes me ha encantado, "Sala Pavillón"!
    Y el relato muy entrañable, del tipo de los que me gustan a mí, ya sabes...
    Muy bien!

    Un abrazote!
    ;)

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  9. Antes de ser la presente sala de exposiciones Casa de Vacas, fue una afamada sala de fiestas, a la que me refiero. La historia de Carmen y Manolo es ficticia, pero no así la existencia de la sala y la actuación en ella de la cubana exiliada en Miami tras la entrada de Castro en Cuna, Olga Guillot.

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  10. Querido Francisco,también a mí me gusta recordar cosas pasadas que se quedaron anidadas en el corazón.
    Gracias por tan bello recuerdo....Besos.
    Juliana

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  11. yo tuve la suerte de ir a verla a Pavillon, fue muy amable conmigo, me dio un beso,cuando me la cruce alli, en la sala de fiestas. acaba de dar5 el concierto, recuerdo, que estaba sudando y yo que era muy joven, me dio reparo jajajaj, que tiempos...hoy ya no existe esa Sala. Ayer paso, por lo que hoy es Casa de Vacas, dedicada a exposiciones.

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    1. Muchas gracias, Isabel María, por tu emotivo comentario, el cual no esperaba después de tantos años. Me alegra que hayas podido revivir esos recuerdos.

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  12. Si.. tuve el placer. De cenar y ver un espectáculo...en una cena de empresa .De electromecánicos Kapy

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  13. Hoy tengo 54 años. Mi padre tenía una asesoría y llevaba la sala Pavillón ( Ricardo el gerente y amigo de mis padres). Ahí celebramos mi comunión por la amistad entre mis padres, Ricardo y Paquita. Iban muchas noches a ver a grandes artistas de la época y cualquier recuerdo de esta desaparecida sala me traslada a un tiempo feliz

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