15 junio 2011

LA CIUDAD DE MONIPODIO

Aún no se vislumbra dónde nos llevará la crisis económica. Las órdenes vienen desde fuera y ponen valor y precio; las instrucciones vienen de fuera y se avecinan nuevos recortes sociales; las comparaciones las hacen otros y nos asemejan a Grecia, Irlanda y Portugal. Parece que cinco millones de parados y montones de mileuristas no es maquila suficiente como tributo a este molino que nos devora.

Esta mañana me he encontrado mucho mejor; se ve que el verano anticipado que se ha instalado hace unos días ha resecado la humedad en mis articulaciones y me ha permitido un hermoso paseo: una transversal urbana desde el noroeste hasta el sur que acabó en el atrio del Rectorado de la Universidad, la antigua Fábrica de Tabacos. Las bibliotecas a tope y en las copisterías, los apuros de los estudiantes haciendo cola para hacer montones de fotocopias de apuntes ajenos. Cambian los tiempos, pero no las personas. Llegué hasta el patio central, en vías de restauración, donde el fundador Maese Rodrigo está circunstancialmente cubierto de plásticos que le preservan bajo los andamios.


De regreso, desde la misma Puerta de Jerez hasta la plaza del Duque, pasando la Avenida, el Ayuntamiento y la calle Tetuán, me han asaltado al menos media docena de jóvenes tocados con un chaleco blanco y el logotipo estampado de la ONG correspondiente para las que reclutan donantes; dejo sin contabilizar a los muchos pedigüeños profesionalizados: músicos callejeros, vendedores del top’manta, lisiados exhibiendo sus anomalías, las del delantal con la ramita de romero, los carteles garabateados que hablan de desgracias familiares y niños desnutridos a la puerta de los comercios, el negrito que vende La Farola


Allá por la segunda mitad del siglo XVI, el Cabildo de la Catedral, mandó proteger con cadenas las escalinatas para evitar en sus aledaños a esta fauna humana de tan difícil erradicación, ya que aparecen nuevos tipos y nuevos escenarios. Si Cervantes volviera por esta ciudad, seguro que no se perdería, sino que la identificaría con aquel Monipodio que inmortalizó para siempre en sus Novelas Ejemplares.

10 comentarios:

  1. Parece que vuelven los tiempos duros de la España aquella llena de pícaros y pedigüeños.
    Malos tiempos estos.
    Un saludo.

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  2. Por desgracia la estampa que describes es real y común pero no solo aquí, si no en muchos paises que he visitado. Cada vez son más y es como dices retrodeceder en el tiempo, a la Edad Media solo que ofertas multiplicadas. Confiemos y trabajemos para mejorar esto.
    Me alegro que te encuentres mejor, el buen tiempo contribuye.

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  3. Es la muestra de que cada vez más nos encaminamos hacia el pasado.
    Esperemos no acabar alumbrados por velas.

    Un abrazo.

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  4. La vida de los pueblos sigue un ciclo repetitivo a lo largo del tiempo. Cambian los acontecimientos pero las consecuencias suelen ser las mismas.
    Un saludo.

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  5. También a mi me sorprendió ver pedigüeños en Viena y Salzburgo, pocos pero los había. Me alegro de que te encuentres mejor. Un Abrazo

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  6. Hace tiempo que no se veían tantos.
    Saludos

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  7. Hay que parar un momento y recapitular, estamos yendo en dirección equivocada...

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  8. Y tanto, Francisco. Pero esto pasa en Sevilla y en todas las ciudades de España. Animales con dos patas de toda clase y condición, de pelaje más o menos fiable, deambulan de allá para acá cada uno a su tarea, siendo la de sacar unos eurillos la preocupación de muchos caraduras que le echan imaginación a una situación que nos asemeja, salvando las disntancias, al siglo clásico de la crisis, al siglo XVII.

    Saludos

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  9. Pensé que las señoras del delantal y la ramita de romero eran producto típico de mi ciudad, pero veo que lo han exportado. Está visto que ya no hay fronteras...

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  10. La España de Lazarillo y la que tan magistralmente pintó Murillo, pero quitándole toda la acritud y crítica; en fin, tiempos duros que hay que sobrellevar. Un abrazo.

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