29 diciembre 2010

MESÓN DE LA GUITARRA

Nunca supe si Enrique fue convocado previamente o el encuentro fue fortuito, pues el Sherry era un lugar de encuentro. Hablo del Madrid de los primeros años 70. Yo iba con mi amigo Antonio al encuentro de su hermano Paco de Lucía a tomar unas copas por el centro de Madrid; las copas fueron muchas y los recuerdos lejanos, pero tengo claro que fue esa noche cuando conocí al recién desaparecido Morente. Enrique era ya un cantaor reconocido y singular al que le unía una buena amistad, no sólo profesional, con Paco y toda su familia. Tomamos unas copas de fino y de allí nos marchamos a la zona de los mesones y terminamos en el Mesón de la Guitarra, donde la noche se eternizaba mientras bebíamos jarras de tinto y sonidos desgarrados netamente flamencos.


Enrique, Paco, Antonio…   éramos muy jóvenes y allanábamos las cuestas y los collados de la noche transformándolas en día prolongado que parecían ser eternos. Incluso me atreví a tararear algún fandango cuando el vino desinhibe el pudor entre las brumas de las copas. Entonces Morente cantó una malagueña que dejó como estelas en el aire viciado por el humo de los cigarrillos y me heló la sangre; luego siguió desgranando otros cantes y me limité a hacer compás con las palmas y a callar para el resto de la velada. Cuando el camarero identificó a Paco trasteando una de aquellas guitarras que estaban a disposición de la clientela, y que sonaba a caja de embalaje, le trajo otra y la hizo sonar de fondo entre cantes de Enrique, la chispeante gracia de Antonio y la asistencia de este atónito aficionado que creía estar viviendo un sueño imposible.

Aquella noche me dejó una doble resaca: la inevitable por el vino trasegado, y la vivencia de una noche mágica, en la sencillez de unos amigos que se divertían alejados de los focos y del espectáculo. No volví a encontrarme de nuevo con Enrique, aunque le seguí en su discografía; a Paco lo frecuenté en casa de sus padres, acudí a los estudios de grabación alguna madrugada e incluso a su estudio musical de más adelante en el sótano de su propia casa, con sus paredes adornadas de innumerables instrumentos de cuerda de muy diverso origen, pero eso quizás sea motivo para hablar de ello otro día.

8 comentarios:

  1. Un lugar con sabor y que promete ambiente, y no como esos lugares de hoy día que solo saben a plastico reciclado. Sí que parece lugar para vivir noches magicas.

    Feliz dia

    Bisous

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  2. Me encantan los mesones, su olor, su tradición, la decoración y su cocina, cómo no.
    Sí que son lugares con encanto.

    Un beso Francisco.

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  3. Vaya un lujo de amigos. Los mesones tienen un encanto especial además de todo lo que dice Elena.
    Un abrazo

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  4. ¡Qué envidia Francisco por haber vivido en directo esa experiencias! Al menos las olisqueamos a través de tus recuerdos. Beso

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  5. Preciosos recuerdos los que nos traes, Francisco; sobre todo por tu maravillosa manera de contarlos.
    Un abrazo!

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  6. Recién llegadita a España anduve yo por estos lares, igual coincidimos y todo:)
    Me encantaba zascandilear cuando se podia y tomar los churros al amanecer en san Ginés.
    Bonitos recuerdos para terminar el año:)
    Un beso

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  7. De vez en cuando me doy escapaditas a Madrid pero ese mesón no lo conozco, si que promete si, habrá que descubrirlo, gracias por la información
    un abrazo

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  8. El flamenco hay que oirlo en esos sitios, necesita nocturnidad, vino y un local pequeño y oscuro, pues en un teatro no suena lo mismo.

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