01 mayo 2011

MI ABUELA LOLA

A mis 24 años recién cumplidos, han sido más las sombras que los gozos. Acaba de fallecer mi abuela Lola y sé que me va a costar mucho superar esta gran pérdida. De nadie he recibido tanta dulzura, de nadie tanta delicadeza ni tanto cariño. Sus ochenta y tantos no eran suficientes para agotarla, pero su corazón se ha cansado de vivir y se durmió para siempre dejándome este enorme vació.


Cuanto tenía unos 6 años, un día al volver de la escuela, me dijo mi madre que mi padre ya no volvería, que habían decidido dejarlo porque el amor se había acabado. Se me grabaron las palabras pero no entendí nada. A los pocos días mi madre dormía abrazada a otro hombre y la ropa de éste y sus zapatos ocuparon el espacio que antes tenía la de mi papá en el armario y se sentaba en su sitio favorito. Me miraba de forma extraña. Se quejaba de mí diciendo que era muy huraña y mi madre me obligaba de cuando en cuando a darle un beso. Olía a vino. Con frecuencia me dejaban en la sala viendo dibujitos y se acostaban la siesta. Mi madre volvía del descanso con una expresión muy plácida. Más adelante, no conforme con los encuentros con mi madre en su alcoba, comenzó a hacerme tocamientos que me desconcertaban. Nunca fue amable conmigo, pero me acariciaba y yo escapaba de sus brazos tan pronto como me era posible. “No seas arisca, Nora”. Aquel hombre siempre me produjo nauseas.

Mi madre sólo veía por los ojos de aquél que tanto pánico me daba. No quería ver lo que estaba pasando y no me creyó cuando le dije que abusaba de mí. A los 16 me escapé con un joven de unos 20 años que me hacía feliz por haberme sacado de aquel infierno. No creo que mi madre me buscara; más bien debió quedarse a sus anchas al no tener que ocuparse de mi. Nunca me dijo que me quería y ni siquiera me lo demostraba. Antonio, mi chico, a quien yo llamaba mi ángel bueno, por haberme sacado de aquel tormento, me hizo suya y me enseño a levantarme de la siesta con la misma cara de satisfacción y placidez que lo hacía mi madre. Me enseñó a consumir, con lo que olvidaba lo pasado y hasta el presente; también me enseñó a trapichear para poder costearnos el consumo propio. Creí que era maravilloso tener a alguien que se ocupaba de mí, que me abastecía de todo lo que me daba placer o me enajenaba. Al principio conocí la felicidad, pero tenía muy mal genio y me levantaba la mano por lo más insignificante; por otro lado, comprendí que vivíamos al borde del abismo. Éramos ocupas. Mi ángel era fuerte y le había pegado una patada a la puerta. Un día fue la policía quien pegó la patada a la puerta y nos llevaron esposados a la comisaría: él terminó en el talego y yo en un centro de desintoxicación.

Cuando creyeron que estaba curada, localizaron a mis padres, pero ninguno de ellos quiso saber nada de mí. Ya era mayor de edad, aunque no tenía a dónde ir. Fue mi abuela Lola quien vino a buscarme. Ahora ya no está, pero no podré olvidar los interminables ratos que se pasaba peinándome junto a la ventana, yo sentada en una silla pequeña. Me ponía sobre los hombros una toca –ella le llamaba peinadora- y me alisaba el pelo durante muchísimo rato, al tiempo que me contaba historias sin parar. Vivíamos con mucha modestia, ya sabemos cómo son las pensiones de las viudas. Ahora vuelvo a estar sola y sé que nadie volverá a cepillarme el pelo. ¡Cómo voy a echarte de menos, abuela!

15 comentarios:

  1. Tremenda historia y esperanzadora a la vez.

    Un beso

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  2. En un sola historia, resumen actual de demasiadas familias. Personalmente no veo el final. Lo bueno es que siempre habrá alguna abuela que sepa dar cariño (supongo) Beso

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  3. Vaya historia para el dá de la madre, caramba!
    Me ha dejado con un tembleque...

    Y lo peor de todo es que hay muchas historias así!

    Buen relato!
    ;)
    Un besote!

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  4. Francisco pensaba qu enos ibas a hablar de tu abuela cuando has salido con esas.
    Una historia bastante real por desgracia.
    Que tengáis un buen día .

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  5. Día a día te superas con los cuentos. Un beso.

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  6. Una historia triste y sobrecogedora. Y aunque sea ficción, es una muestra más de la realidad, eso sí, brillantemente contada por ti.

    Un beso Francisco.

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  7. Que historia tan bella y tan bien contada, donde se refleja el recuerdo a las abuelas que tan buen papel desempeñan cada día.
    Un beso.

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  8. Al principio pensé que la historia era autobiográfica. Luego ya vi que no y que transcurría por otros derroteros. Una historia posible de perdedores anónimos.
    Un saludo.

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  9. Se trata de una historia real, afortunadamente no propia. Nora es real y toda su desgraciada historia que la deja en el punto de partida. Los nombres están cambiados, así como la atmósfera creada al escribirla, pero el resto son puros jirones de vida, de muy mala vida.
    No imaginamos cuántos sufrimientos hay a nuestro alrededor.

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  10. Realmente como bien dices hay mucho sufrimiento. Por suerte para Nora hubo una abuela amorosa que aunque no haya podido liberarla totalmente de sus penurias, al menos dejó un recuerdo dulce y dedicado. Una historia contada sin la amargura total de lo vivido, pero sí con un amor hacia esa persona que la rescató. Beso.

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  11. Realmente una historia emotiva la que nos cuentas Francisco, como la vida misma, y es que hay personas que van quedando huella en nuestro corazón para toda la vida.

    Un beso.

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  12. Ay Francisco, ¡que historia mas triste! Al principio creí que se trtaba de un cuento macabro relatado por tu experta y excelente manera de escibir: pero cuando nos explicas que se trata de un hecho real, (aunque trágico, repetido con frecuencia) me invadió la angustia y el pesar por esa muchacha tan castigada por la vida, cuyo único buen recuerdo fué el cariño que le demostró su abuela. ¿como serán sus actuales vivencias? ¿Habrá mejorado su sino? si sabes algo ¡por favor! no dejes de contarlo.
    Besos: Juliana

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  13. Tremenda historia ficticia, pero real como la vida misma: el infierno que viven tantas y tantas criaturas inocentes, y que quedan abocadas a un verdadero infierno. Menos mal que ésta tenía a su abuela. Saludos, Francisco.

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  14. En el fondo Nora tuvo suerte, tenia a su abuela. Me han contado casos que no tienen clavo ardiendo al que agarrarse.Ojala y que estas historias sean cada vez menos frecuentes, más ficticias que reales. No me gusta ver sufrir a la gente.

    Un fuerte y calido abrazo

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  15. Bonita historia por el final y muy triste y penosa.
    No entiendo porque hay mujeres que son madres, ser madre es una gran palabra con mucha responsabilidad, lo mismo que un padre, pero las madres al llevar dentro a nuestros hijos parece que tenemos más unión o responsabilidad por la vida de nuestros hijos.
    Una madre no debería ser tan fría, egoísta, ni ciega y menos en la situación descrita. Un hijo es una gran responsabilidad y si no se es capaz de mantener y cubrirla mejor que no se tengan.
    Aquí denota una falta de Amor hacia la hija por parte de la madre y padre tremenda.
    Penoso totalmente penoso y muy injusto.

    Una mujer puede ser feliz pero siempre teniendo en cuenta, amando y protegiendo a sus hijos en la edad necesaria de hacerlo.

    Si no fuera por muchas abuelas o abuelos cuantos niños en circunstancias adversas quedarían perdidos para siempre, sin esperanza de recuperación. La vida marca y mucho, no todos tienen la voluntad y fortaleza para superar y salir de lo que les venga y menos cuando se es niño.

    Una historia que se da mucho sino con todas las circunstancias con algunas de ellas por separado.

    El ser humano que diferencia de unos a otros...

    Recibe un abrazo de lo + afectuoso.

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