La libertad, un pestillo oxidado,
una sonrisa lasa y apaisada
que extiende sus brazos en cruz
y abraza, y acoge, y fortalece,
y estimula, y anima, y acompaña.
Una figura solemne y portentosa,
erguida sobre el dintel del portalón;
pero respeta, aunque es capaz de someter
todo blindaje que se interponga.
La libertad, esa luz cenital
que se basta a sí misma
sin someter a nadie,
que respeta y acata con supremacía,
que funde la apatía y la doblega,
que sopla al oído arrullos de estímulo
y que apremia a seguir adelante:
todavía son muchos los entuertos.
Para algunos la libertad es solo la capacidad de tomarse unas cervecitas o unos vasos de vino.
ResponderEliminarSaludos
Andamos muchos muy confundidos, Emilio, y eso es lo que hay.
EliminarUn abrazo.
La verdadera libertad está en el respeto y autenticidad con uno mismo y con los demás, ser dueños de nosotros mismos y tener dignidad...lo demás es traicionarnos a nosotros mismos, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.
Cuando hablamos de dignidad, María Jesús, lo hacemos de honradez, respetabilidad, nobleza, honestidad, honorabilidad, integridad, rectitud, decencia, seriedad, decoro, pundonor, autoestima... Creo que en general solemos centrarnos en otras cosas.
EliminarUn abrazo.
Nunca tendremos una verdadera libertad mientras seamos esclavos de nuestros propios miedos.Saludos
ResponderEliminarTienes toda la razón, Charo.
EliminarUn abrazo.