El deseo es una orden interna
de avanzadilla en formación de desenfreno,
sin medir o tabular los riesgos,
una urgencia imprevista y atropellada
que escucha arrebato en el silencio
del mar de la tranquilidad
y arde en ansias de lanzarse a tumba abierta
sin medidas ni precauciones.
Se burla de todo ordenamiento de conducta
y con la voracidad de un incendio
hace sonar su sirena interna
y busca el encuentro donde hacer diana
y colmarse:
aluvión, precipicio, desprendimiento.
Es irreflexivo, impetuoso, animal,
carente de modales;
ciego, enfurecido y caótico.
Como el azar,
hay veces que acierta y se colma,
pero otras muchas
que da fuera de la diana
y acaba siendo caos en sí mismo.
El deseo es un órdago
que arrasa con la razón,
la doblega
y sale vencedor o derrotado,
-no importa-
un pronto incendio sin espera.
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