El mar es un ente eterno,
es abrir la ventana
y, en la distancia,
recostar la mirada en el azul y soñar,
y reproducir su música
con la partitura somnolienta en la memoria.
El mar, en sus playas,
es fragua y el tostadero
de bañistas semidesnudos,
es ocio, displicencia en chiringuitos
o copas de madrugada.
Es espuma y caricia en los pies,
es piel expuesta a rojeces y quemaduras,
es insolación imprudente
y abrasador recuerdo nocturno.
Es ensoñación de aventuras
que duermen en bosquejos abocetados.
Es búsqueda del paraíso
hacia otros mundos soñados
y es desoladora arribada
para aquellos que alcanzan la orilla.
La mar, un medio desconocido
de un esfuerzo ignorado e indómito,
de sudor y lágrimas saladas
en el despertar de tan dura realidad.
La mar, placidez para la mirada ociosa,
desvelo y ahínco extenuante
para quien brega sin descanso
por la escuálida subsistencia del pan de cada día.
Me atrae el mar pues no lo hay en mi tierra pero también le temo porque su sol es dañino para mi piel tan blanca. No se si este verano lo podré visitar ya que la cosa está algo difícil. Saludos
ResponderEliminarNo es más peligroso el sol en la playa que en el campo o la montaña, pero sí que nos aligeramos de ropa en la playa y nos ponemos en riesgo. Ojalá tengas la oportunidad de gozar de su contemplación.
EliminarUn abrazo.