En su desmedido afán,
de entre la pluralidad de lo creado,
eleva el hombre la mirada
por encima de sí mismo
y se retrata en el espejo
de un futuro imperfecto
que ni controla,
ni tiene modo de encaramarse
en el columpio de sus días.
Como efímera estela
de una barca en la mar,
así las huellas del hombre
a su paso por la vida,
engreído en significarse
y soterrado
por la levedad de cada hoja del calendario.
La voluntad es ciega,
pero la verdad está por encima de ti:
la inmortalidad no forma parte de tu ADN.
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