Limitados en conocimientos, en fortaleza,
pero también en caducidad temporal.
La inmortalidad terrena es inalcanzable,
tan solo un puñado selecto logra dicha gloria
en el trabado y duro tamiz de los años;
en cambio la eternidad la valora otras Manos
más amorosas y transigentes que las humanas.
Nacemos con fecha de caducidad,
aunque nos afanamos como dueños de un futuro
que ni nos pertenece, ni lo podemos modificar:
en breve nos cubrirá una sombra,
y con ella el amargo y definitivo olvido.
Una bruma densa y fría como una mole,
un titánico punto final ineludible,
y en ella serán abatidos nuestros pilares,
los arbotantes y hasta los mismos cimientos.
Somos aves de paso que merodean por el hoy
con ínfulas del imposible para siempre,
y ni permaneceremos, ni seremos recordados:
somos masa amorfa destinada al olvido.
Y aquél puñado selecto, cuya memoria perdure,
habrán sido enjuiciados por un severo tribunal
y paseado por el filo de un anonimato rotundo.
Limitados. Aunque absolutamente nada espero,
temo más al juicio de los hombre que al de Dios.