25 diciembre 2024

MUSGO

 



Verde intenso. Mullido y compacto,

como un puzzle de recortes seleccionados

encajados ordenadamente en el suelo.

Un alto grado de humedad,

como esas mañanas de rocío

que invitan a volver a la chimenea.

Minuciosamente expandido. Virginal

e inmaculado de pisadas

por los aledaños del portal.

Esta madrugada a dado a luz María.

Al alba, con el gozo en su mirada

y un extraño vacío en sus entrañas,

siente la caricia en sus pies desnudos

absorbiendo el verdor

como tranquilizante que sube

por sus cavidades venosas.

El niño duerme, el esposo fue a buscar leña.

De la improvisada cuna sale un fulgor

muy luminoso,

como la cola de un cometa,

que tiene todo por decir en su momento

y ahora es silencio profundo.

María mira al cielo y se abraza el vientre,

ahora hueco.

La escena es rural y celeste,

el silencio sobrecoge

como cascada de luz bajada de las alturas.

El sol no ha despertado aún,

María vuelve sobre sus pasos al portal,

restriega sus pies en el musgo

antes de adentrarse

y entrega sus desvelos al recién nacido.

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