Tu palabra es bien sencilla, Maestro,
desnuda de adjetivos y subjuntivos,
ni palíndromo, ni parafernalia,
de dirección única:
hacia el Amor del débil.
No nos dejaste a oscuras
sino que nos iluminaste con tu luz
en el brillo radiante que emana de los cielos,
como dibujando la senda
por la que partiste y lleva a ti.
Tu voz es arrullo que baja del monte
para los pobres en espíritu.
Es consuelo dichoso
para los que lloran.
Es regalo ostentoso
para los humildes.
Es pan saciante
para los que tienen hambre y sed de justicia.
Es consuelo que conforta
para los compasivos.
Es luz celestial
para los limpios de corazón.
Es conquista indestructible y eterna
para los que trabajan por la paz.
Es dicha irrefutable
para los perseguidos por causa de la justicia.
Dame, Maestro, el tesón y la valentía
de amar a los últimos y a ti el primero.
Una gran manifestación de fe y una oración profunda y sentida, Francisco...Que él nos siga iluminando para seguir adelante, es sumamente necesario en nuestro mundo, muy necesario...!
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y mi cariño.
En un mundo de tanta corrupción, tanta ambición y tanto engaño, no nos queda otra que agarrarnos a un mamparo seguro, María Jesús.
EliminarUn entrañable abrazo.