Un puente, un hilvanado
entre el día oficial, el vano y otro festivo,
una barandilla que comunica la fiesta
con la escapada de sí mismo,
-de todas todas-
por los vericuetos de lo inmediato
y lo apresurado sin tiempo que perder.
Lo importante es huir del presente,
bajar por la escalera de emergencias
en busca de lo placentero
al sótano de nuestro día a día;
es dibujar una pausa sin apearnos del frenesí,
cada quien acomodado a su bolsillo
o a su posible endeudamiento.
Aunque la vida se ponga en riesgo
no bajará el telón hasta el último día;
a fin de cuentas, la muerte,
-tan natural ella-
siempre ha de llegar en el último día,
y, cuando acontezca, violenta o no,
será porque estaba escrito
y que nos quiten lo bailado.
Hay que vivir de prisa, sin pérdida de tiempo,
haciendo uso de cada resquicio
y hasta mezclando churras con merinas:
una amalgama para disfrutar urgencias,
a cualquier precio, con o sin riesgo.
Y si acaso la vida descarrila,
arrollado entre chatarras y gasolina,
será el sino que quiso adelantarnos el reloj.

Entonces, mejor vacaciones pagadas que puente.
ResponderEliminarNo hice las cuentas, Cayetano, pero seguramente así sea.
EliminarUn abrazo.
Mejor despacio, saboreando cada paso, en la cadencia de nuestro existir todavía, sin ninguna prisa, ni presión, libres, agradecidos.
ResponderEliminarUn abrazo grande y sincero.
Sin la menor duda, Sara. Las prisas no son buenas consejeras.
EliminarUn abrazo.